miércoles, 7 de diciembre de 2011

Verde

Verde es mi corazón
Verde es mi sangre
Verde es mi sonrisa
Verde es la piel de mi cuerpo
Verde es mi vestuario
Tú eres verde
Verde es mi alimento
También verdes son mis pensamientos
Ésto es verde
Lo que veo allá, a lo lejos, es muy verde
Noto el color verde en los animales
Verdes son las plantas
Verde es la naturaleza
Verde es todo lo que me rodea
Mi mundo es verde
Kimberly Charry

Con el pasar del tiempo

La llave de ese candado... ¿dónde estará?. Finalmente la encontré, me liberé de las cadenas que me ataban y me obligaban a ir por caminos miedosos y llenos de tinieblas. Es raro porque siempre me dijeron que eran los más adecuados. Mucho tiempo estuve de acuerdo aunque me sentía asustada siempre, esos caminos eran como senderos donde debías elegir rápidamente qué pisar, qué evitar, qué seguir. Un día me atreví a pensar y repentinamente ya no sentía el peso de las cadenas, miré mi cuerpo imaginario y ya no estaban allí, levanté la mirada y había luz... había soltado las cadenas sólo con un pensamiento... ese era el candado que las mantenía rodeándome... debía solamente pensar -algo de verdad fácil-. Tras liberarme puedo hasta volar, los caminos son cálidos y muy coloridos, sólo escucho risas y soy dueña de mi destino. Después de saber qué es libertad, duermo en paz y no siento remordimientos, puedo ir a donde quiera y elegir con quién ir...desde acá veo todo con más claridad, hay una justa cantidad de luz que alumbra todo el mundo.
Con el pasar del tiempo he perdido también el color morado que había adquirido en mi cuerpo imaginario gracias a esas feas cadenas. Mi mente es amplia y clara.
Ahora pienso que debería guiar a otras personas y contarles mi secreto, pero no tengo pruebas de ello. Les voy a decir que conciban la independencia, quizá con eso sea suficiente... tal vez con el pasar del tiempo experimenten lo mismo que yo.
Kimberly Charry

¿Bien o mal?

¡Dudo si hacer el bien o el mal!

¡No quiero un paraíso!

No logro concebir el mundo perfecto como los “amiguillos” lo desean, lo claman y lo enseñan. No quiero un paraíso… lo que hace que el día a día sea hermoso es ese deseo de superación, ese sentimiento de derrotar las dificultades y luego aprender del error y bueno, a veces, caer de nuevo.
No concibo el mundo sin la competencia, sin el egoísmo, sin esas cosas malas que son las que finalmente nos dicen si nosotros vamos por mal o buen camino, sin las piedras en el zapato que nos impulsan a sacar todo el potencial que tenemos para salir adelante.
No logro concebir un mundo donde ¡no hay retos! Un mundo monótono donde piensas “¿qué haré hoy? ¿jugar con el león o con la serpiente? ¿cosechar frutas, verduras, recolectar flores?”
No concibo un mundo donde ¡no hay retos! donde todos tenemos las mismas capacidades, los mismos valores, los mismos gustos, somos sombras el uno del otro, pensamos igual y vamos para el mismo lugar. Un mundo donde no existen las diferencias, la diversidad de pensamiento… la discordia por ello.
No concibo una vida sin el miedo de morir, sin el afanar del tiempo, sin la necesidad de lograr una cosa u otra ya, porque debo ser el primero…
No quiero vivir sin la tristeza de un desamor, de perder a un se querido y la sensación de haber superado el suceso. No quiero un mundo donde todo son sonrisas. Las tristezas y los errores son lo que nos hacen personas, nos distinguen, nos quitan la etiqueta de iguales así haya mucha igualdad.
No concibo una vida eterna, cuando ya a los eternos años conozco la vasta extensión del planeta y todo lo que en él habita, un mudo donde para que “seamos felices” nos han quitado toda capacidad de cuestionarnos y no sé cómo piensan manipularnos como máquinas.
Quiero un mundo con imperfección y con deseos de ser mejor, con cabeza y cuerpo, pero sobretodo autónomo, cuestionador, independiente, liberador y libre de ataduras falsas.
No quiero y no creo en un paraíso.
Kimberly Charry